La Estrategia de Movilidad entiende la movilidad como un derecho, un elemento de cohesión social y de crecimiento económico, y pretende dar soluciones a los problemas reales de movilidad de la ciudadanía desde una perspectiva amplia y transversal. Se sustenta en tres pilares o principios básicos: la seguridad de personas y bienes, entendida como el sustrato sobre el que se asienta el sistema de movilidad; la sostenibilidad en lo social, en lo económico y en lo medioambiental; la conectividad, entendida por un lado desde la vertiente de la digitalización y el avance tecnológico y, por otro, como conectividad multimodal y como conectividad con Europa y el mundo.
Bajo este marco, la Estrategia Estatal se articula en 10 áreas de actividad, la primera de ellas es el Cambio cultural, que se realiza llevando a cabo acciones de sensibilización, formación y comunicación.
Actualmente el uso de la bicicleta ya sea como medio de transporte cotidiano o como opción de turismo, ocio o deporte, está cada vez más generalizado. Esta actividad ya no se ve como una moda más o menos pasajera, ni al ciclista como un elemento peculiar de la vía pública.
Aun así, para conseguir un mayor incremento en el uso de la bicicleta y un cambio cultural favorable hacia la movilidad sostenible, es imprescindible una intensa labor de difusión, sensibilización y formación.
La bicicleta realiza una importante aportación como medio de transporte ecológico y económico, ya que el cambio modal de los modos motorizados a la bicicleta conlleva un descenso de las emisiones de contaminantes. A esto cabe añadir otros beneficios como el descenso de los accidentes de tráfico. Por su parte, las personas que realizan trayectos en bicicleta mejoran su economía al ahorrar en su partida de gastos para transporte y dedican menos tiempo a sus desplazamientos cotidianos. Además, contribuyen a la fluidez del tráfico en las ciudades y a la mejora de su salud.
Descripción de la imagen: La imagen muestra una piramide invertida con los siguientes puntos:
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La bicicleta forma parte de un estilo de vida activo, saludable, sostenible, inteligente y moderno, y es una alternativa real y práctica en la movilidad cotidiana.
En la dimensión física de la salud, se han demostrado ampliamente los notables beneficios que tiene el uso de la bicicleta para la movilidad personal. Gracias, principalmente, a los efectos de la actividad física que se realiza en la movilidad activa se reducen los riesgos de enfermedades y factores de riesgo tan extendidos como la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y algunos tipos de cáncer entre un 20 y un 40 %.
En la dimensión mental de la salud, también existen ya estudios que muestran una disminución del riesgo de depresión de entre un 20 % y un 30 % gracias al uso frecuente de la bicicleta. Estudios recientes también señalan una reducción en la percepción de estrés, en los niveles de ansiedad y un incremento en la capacidad de concentración. Además, la bicicleta nos permite ejercer nuestro derecho a la movilidad y a tener libertad de movimientos. Sin duda, estos son elementos clave para el desarrollo personal y social, y forman parte de lo que se conoce como bienestar social.
El fomento de una vida saludable en bicicleta tiene como propósito aprovechar la bicicleta como instrumento para mejorar la salud pública, a través de una movilidad activa, libre de emisiones y sostenible.